Paso Diez XXIX. Paso Cinco IV

La forma en cómo organice mi Quinto Paso, recuerdo que tenía claro que no podría darlo con ninguna de las personas que conocía, me daba vergüenza, esta decisión no me causó dudas, lo tenía claro. Conocía al sacerdote De la Iglesia donde estaba mi grupo, un hombre que conocía nuestro Programa, que mostraba interés por el grupo, me daba confianza, me transmitía paz, sabía que podría confiar en su discreción, que él entendía la debilidad de la naturaleza humana, que sería compasivo con mis faltas, sabía que era un profesional de las confesiones, pero yo no quería una confesión tradicional; le pedí hacerlo sentados; no me defraudó, me llevo a un salón amplio, con dos sillones que parecían destinados a esta misma tarea con otras personas, seguramente personas especiales, que necesitan otro tipo de confesión, más cercana, más de miradas a los ojos, más de percibir yo que él está entendiendo lo que estoy intentando decirle. Él asumió su papel, me escuchó, mirándome a los ojos, durante algo más de una hora, sin interrumpirme, sin hacerme sentir incómodo. Cuando acabe me dijo que había tocado todos los pecados capitales, pero lo dijo con el sentido de que me había quitado un peso enorme, que ahora me podría sentir ligero, al soltar tanta basura. Lo dijo con todo el cariño que le puede decir un padre a su hijo que le quiere. Salí de allí, estaba en la puerta , en la calle, un intenso sentimiento de perdón, hacia mi, me invadió, me di cuenta de que podía comenzar de nuevo una nueva vida. Ese momento paso a formar parte de los mejores momentos de vida.